Seguí acelerando una vez fuera de la ciudad, pero esta vez acompañaba mis lágrimas con gritos y golpes al manillar de la moto.
No escuchaba el claxon de los coches que se quejaban de mi velocidad, solo podía atender a mis pensamientos.
¿Como podía a ver sido tan tonta de no darme cuenta de lo que pasaba delante de mis narices todo este tiempo?
Estuve dando vueltas sin destino hasta bien entrada la noche y cuando ya pensaba que había liberado toda mi rabia decidí ir a un sitio precioso en el que sabía que no habría nadie.
El lugar era un mirador situado a las afueras de la ciudad, justo al lado de la urbanización donde vivían muchos famosos.
Pero no quise bajar la velocidad, cuando aceleraba parecía que los problemas desaparecían.
Empecé a subir por la carretera de piedras, y con la velocidad, la moto se me descontrolaba un poco, pero lo normal, siempre que iba allí me pasaba.
Pero en ese momento se cruzó un perro blanco corriendo y detrás la que parecía su dueña.
Para no atropellarlos desvié bruscamente la moto sin dejar de acelerar y unos metros después intenté enderezarla con la mala suerte de que resbaló con las piedras y se cayó sobre mi pierna.
Me puse a gritar y a decir palabras sin sentido y desagradables, lo que me faltaba en este día, pensé mientras intentaba levantarme, pero no lo conseguía y empecé a ponerme nerviosa.
La mujer dejó atado al perro en un árbol y vino corriendo mientras yo seguía quejándome esta vez más fuerte y acompañando las palabras con puñetazos contra las piedras.
-Perdona, ¿estas bien?- dijo la mujer cogiéndose el pelo y poniéndose nerviosa, esa voz me sonaba de algo pero no reconocí a la persona.- Voy a llamar a una ambulancia, no te muevas de aquí.
-No, no vas a llamar a nadie.-dije esta vez un poco más relajada.-Ayudame a levantarme.
-Vale, pero necesito que hagas fuerza desde abajo tu también.-Entonces supe quien era. Esa voz, ¿como no la había reconocido antes?. Como acto reflejo me bajé la visera negra del casco para cubrir mis ojos y que así no se diera cuenta de quien era yo.
Se debió de dar cuenta de lo que hice porque me miró extrañada, pero menos mal que no me había reconocido.
Cuando la moto se despego del suelo y de mi pierna, di un grito de dolor.
Me levanté como pude y me senté un momento en un banco que había al lado. Llevaba la rodilla sangrando bastante, debía de haberse rajado con una piedra al caer.
Me dolía todo el cuerpo y lo notó por mis quejidos.
Dejó la moto apoyada en un árbol y vino donde yo estaba.
-Hay que ir al medico, estás sangrando mucho.- Me dijo intentando subirme la visera, pero la detuve rápidamente, al hacerlo me quejé por el dolor que me producía el hombro.
-Yo no voy a ir a otro sitio que no sea mi casa.-Me levanté y empecé a cojear hacia la moto, pero ella me detuvo poniéndose delante de mí.
-No puedes coger la moto así dejame al menos que te lleve yo en coche y luego tu decides lo que haces.
-Por favor dejame pasar, tengo prisa.-le dije intentando llegar a la moto, pero me falló una pierna y caí.
Vino corriendo y me ayudó a levantarme, volviendo a decirme que íbamos al medico.
Me puse a gritarle muy neviosa y ella se quedó mirándome desconcertada.
Me cogió la mano y yo me retorcí del dolor. Cuando la herida que llevaba en la palma de la mano me soltó rápido para no hacerme daño.
-Yo a ti te conozco de algo.-por un momento me quedé callada, no podía saber que era yo.
-No imposible, yo no te conozco de nada.-Conseguí decir, aunque no sonó muy convincente. Pero no le dejé tiempo para contestar. Subí a mi moto y me fui a la misma velocidad a la que había venido.
Mientras, ella se quedó pensativa en el mismo sitio, pensando quien era.
Yo durante todo el camino solo pensaba en que no me reconociese por nada del mundo.
Una vez entré a la ciudad bajé la velocidad y me dirigí a casa de la única persona que sabía no me iba a preguntar nada.
Bajé como pude de la moto y esta se cayó haciendo un fuerte ruido.
Llamé a la puerta y en un momento se abrió.
La cara de las personas al verme así cambió por completo, pero a mí no me dio tiempo a decir nada porque se me cerraron los ojos y caí al suelo de golpe.
Al despertarme, no sabía donde estaba hasta que me moví y me dolió todo el cuerpo, ya me acordaba, Marta... , la moto..., el accidente..., y las lágrimas empezaron a correr por mi cara como si estuviesen haciendo una carrera entre ella.
Mi llanto era una mezcla de rabia, impotencia y dolor, mucho dolor.
A mi lado mirándome estaba Marta, que no se atrevía a decirme nada y yo le miré con rabia y desprecio.
-¿Que haces tú aquí?-le dije apretando mis dientes.
-Irene yo..., pues...- le corte con una risa irónica.
-Espera, no me lo digas, te arrepentías mucho y fuiste a hablar con Alex porque estabas preocupada de que yo no aparecía.-seguía riéndome, pero con lágrimas en los ojos.
-Irene, yo, lo siento...
-Vete a la mierda Marta.-le dije y giré la cara.
En ese momento se abrió la puerta y apareció Alex.
Este al ver mi cara le dijo a Marta que se fuese y que no volviera por ahora.
Ese mismo día me dieron el alta.
Por suerte lo único más grave había sido la herida de la rodilla, donde me había puesto 18 puntos.
Lo demás habían sido simples arañazos y cortes pequeños y el único q me dolía era el de la mano.
Hablé con Alex de todo lo que había pasado y el me contó que cuando yo llegué a su casa Marta había ido a pedirle ayuda y entre los dos me llevaron al hospital.
A Alex nunca le había caído bien, siempre me decía que no era trigo limpio, pero yo no le daba importancia, supongo que era porque cuando estas enamorada solo ves las cosas buenas de tu pareja, que te quedas ciega y no eres capaz de ver que muchas veces te está haciendo daño.
Estuve llorando abrazada a él hasta que me quedé dormida en su pecho.
Me despertaron unas caricias en el pelo y una gran sonrisa inmediatamente se dibujó en mi cara para borrarse cuando el ángel que me abrazaba empezó a hablar.
-Venga pequeña, que llevas durmiendo ya casi todo el día. Levanta que tenemos que ir a casa a recoger tus cosas y te vienes a compartir piso con el bombón Alex!-dijo eso último para sacarme una sonrisa y hacer menos duro el momento que me esperaba.
Como aun tenía la pierna hinchada tenía que ayudarme de unas muletas para caminar, por suerte el medico me dijo que cuando yo me sintiese mejor que podría dejar de utilizarlas.
Al llegar a casa, los momentos del día anterior regresaron a mi cabeza y no pude evitar que por mi mejilla cayesen lágrimas otra vez.
Alex me ayudó a recoger todo para salir cuanto antes de allí, mientras yo empaquetaba las últimas cajas él iba bajando mis maletas.
Tenía muchos recuerdos de esta casa y todos ellos buenos si no contamos el suceso del día anterior claro.
Mientras guardaba mi póster de Malú que tenía en la pared, me vino a la cabeza una canción preciosa que contaba todo lo que yo sentía en esos momentos, porque os puedo decir que en mi solo había rabia, rabia e impotencia por no haberme dado cuenta antes de todo.
Así que empecé a cantar a pleno pulmón, yo sola en aquella pequeña habitación.
"Y ahora vete, cambia de rumbo, coge trenes, crece, revoluciónate y desaparece.
Y toma aire y grita al mundo y siente y baila con quien quieras.
Y ahora vete, y no te vuelvas a mirarme, vete, coge tus cosas y después te pierdes.
Y nunca vuelvas a decir que sientes si no sientes...
Y ahora vete.
Si me vuelves a echar, será de menos,
que ya no vale que quieras volver, que me he cansado de seguir tu juego. "
Cuando me di la vuelta para salir allí se me cortó la voz, estaba ella con su sonrisa irónica mirándome.
-¿De verdad sientes eso Irene?¿seguro?-dijo sin perder la sonrisa.
-Vete a la mierda Marta!- le empujé apartándola de la puerta, Alex cogió a Mate y nos fuimos de allí dando un portazo.
El miércoles decidí no ir a los ensayos, no estaba preparada, además aun iba con las muletas.
Así que decidí pasarme por el bar para hablar con Guille, me sorprendió no ver a Marta por allí, pero a la vez me tranquilizó.
Guille me contó que nada más enterarse de lo que había hecho le había despedido, me sonó raro, sabía que había algún motivo más, pero no insistí porque si me no me lo quería contar sería para no hacerme más daño, cosa que agradecí.
Cuando desperté el viernes estaba animada y llamé a Guille para que me llevara a los estudios para ensayar.
Esta vez me dejé las muletas en casa, porque ya no me dolía casi y solo se notaba un leve cojeo.
Cuando iba por los pasillos una voz detrás de mi me llamo.
-Irene!-me giré y vi a una chica con el pelo recogido que venía corriendo, era Malú. Cuando llegó a mí me dio dos besos y continuó.-¿Donde te habías metido? he hablado con Antonio y me ha dicho que no has aparecido en toda la semana a los ensayos, y no me he podido hacer contigo para quedar y ensayar tu y yo fuera.-Me cogió la mano y sin querer rozó la herida.
-AAAAHH!!-me quejé, vi que me estaba mirando fijamente la mano y entonces supe lo que estaba pensando.-Malú... yo...
-No puede ser Irene.-me cortó antes de que acabara de hablar. Dirigió su mirada a la rodilla y después se quedó fija en mis ojos.
Estaba muy seria, pensativa, sin soltarme la mano. Se creó un silencio incomodo entre nosotras hasta que por fin habló.
-Eras tú...- dijo mirando otra vez mi mano.
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